En algún
momento todos hemos escuchado frases como “en mis tiempos esto no pasaba” o
“los niños de ahora son demasiado sensibles”. Estas expresiones son comunes,
pero también son peligrosas. Cuando se pronuncian desde las aulas o los
pasillos de las escuelas, contribuyen a normalizar lo que en realidad es una
problemática seria: el acoso escolar.
La
sociedad del siglo XXI no es la misma que hace 30, 20 o incluso 10 años. Hemos
evolucionado tecnológicamente, culturalmente y, más importante, emocionalmente.
Antes, lo que sucedía en las escuelas rara vez cruzaba los muros de un aula o
un patio. Hoy, gracias a las redes sociales, cualquier interacción puede
amplificarse y extenderse a dimensiones imposibles de controlar, aumentando así
el impacto emocional en las víctimas de acoso.
Ignorar
esta diferencia equivale a taparnos los ojos frente a una realidad evidente. Si
bien es cierto que el acoso escolar siempre ha existido, también es cierto que
los niños y adolescentes de hoy enfrentan presiones que las generaciones
anteriores ni siquiera podían imaginar. Vivimos en una época de mayor
sensibilidad, pero esta sensibilidad no es debilidad. Es una invitación a
reflexionar sobre lo que aceptamos y lo que no, sobre los valores que
fomentamos y la manera en que enseñamos a los estudiantes a relacionarse entre
sí.
El acoso
escolar no es un simple “conflicto entre niños”. Es una interacción
desequilibrada en la que una persona utiliza su poder para dañar a otra de
manera repetitiva, ya sea físicamente, verbalmente, socialmente o incluso
digitalmente (ciberacoso). Lo que antes podía resolverse con un “ignóralos y te
dejarán en paz”, hoy se traduce en daños psicológicos, incluso, en tragedias
como el suicidio de menores que sienten que no tienen una salida.
Es
crucial para nosotros como docentes desmontar los estereotipos del acoso. Los
agresores no siempre son los típicos “tiranos” del cine, ni las víctimas son
necesariamente las niñas o niños tímidos con gafas. Los roles pueden cambiar y,
en muchos casos, hay una línea difusa entre quienes agreden y quienes también
han sido agredidos. Este contexto nos exige estar más atentos que nunca.
Los
peligros de la normalización del acoso
“Así es
la vida”, “los niños tienen que aprender a defenderse”, “esto los hará más
fuertes”. Todas estas frases perpetúan un sistema que prioriza la violencia
sobre el diálogo, la resignación sobre la intervención. Como educadores, es
nuestro deber entender que minimizar el acoso escolar tiene graves
consecuencias.
Cuando
descalificamos el dolor de un estudiante o evitamos tomar medidas porque “siempre
ha sido así”, les enseñamos que no pueden confiar en los adultos, que sus
emociones no importan y que están solos ante los conflictos. Este mensaje,
lejos de prepararles para el mundo, les empuja a repetir patrones de violencia
o a convertirse en adultos con heridas emocionales profundas.
Como
docentes, no somos simples transmisores de conocimiento; somos modelos de
conducta y agentes de cambio. Nuestra responsabilidad frente al acoso escolar
va mucho más allá de identificarlo y reportarlo. Implica también ser
conscientes de nuestras propias creencias y prejuicios. ¿Cuántas veces hemos
ignorado un comentario hiriente porque nos pareció “broma”? ¿Cuántas veces
hemos fallado en crear un espacio seguro donde todos los estudiantes se sientan
escuchados y respetados?
Hoy más
que nunca, necesitamos formarnos en temas de educación emocional, cultura de
paz y mediación de conflictos. Es fundamental comprender que el aula no es solo
un espacio de aprendizaje académico, sino también un laboratorio donde se
construyen los valores que determinarán el tipo de sociedad que tendremos en el
futuro.
Estrategias
para prevenir y abordar el acoso escolar
- Fomentar la empatía: Organiza actividades que
permitan a los estudiantes ponerse en el lugar del otro. Juegos de roles,
debates y reflexiones grupales son herramientas efectivas.
- Escuchar sin juzgar: Cuando un estudiante
confía en nosotros para compartir una situación de acoso, lo último que
necesita es que minimicemos su experiencia. Escucha con atención, valida
sus sentimientos y ofrécele apoyo inmediato.
- Implementar normas claras: Establecer reglas de
convivencia desde el inicio del ciclo escolar y reforzarlas de manera
constante ayuda a prevenir conductas agresivas.
- Trabajar en equipo: El combate al acoso
escolar no debe recaer solo en un docente o en el orientador escolar. Es
un esfuerzo colectivo que involucra a todos los miembros de la comunidad
educativa.
- Promover el uso responsable
de la tecnología:
Dado que el ciberacoso es una de las formas más frecuentes de acoso,
debemos enseñar a los estudiantes a utilizar las plataformas digitales de
manera respetuosa y consciente.
Decir que
los tiempos han cambiado no es una excusa; es una llamada a la acción. Tenemos
la oportunidad y la responsabilidad de crear un cambio significativo en la
manera en que enfrentamos el acoso escolar. No se trata de hacer más débiles a
nuestros estudiantes, sino de hacerlos más humanos, de enseñarles que el
respeto y la empatía son herramientas mucho más efectivas que el abuso y el
silencio.
El camino
no es fácil, pero es necesario. Y comienza con cada uno de nosotros, desde
nuestra aula, con nuestra voz y con nuestras acciones.
Fuentes:
- Bullying sin fronteras.
(2023). Ciberacoso: Una amenaza invisible. Recuperado de https://www.bullyingsinfronteras.com
- Olweus, D. (1993). Bullying
at school: What we know and what we can do. Oxford: Blackwell.
- UNESCO. (2020). Violencia
y acoso escolar: Un informe global. París: UNESCO.
- Sastre, G. (2018). La
prevención del acoso escolar desde las aulas. Madrid: Ediciones
Pirámide.
إرسال تعليق