La humanidad ha convivido con las emociones desde tiempos inmemoriales, y la ansiedad no es una excepción. Este estado de inquietud que hoy asociamos a problemas de salud mental, en las civilizaciones prehispánicas adquiría una dimensión profundamente integrada a su cosmovisión. Es fascinante imaginar cómo nuestras culturas originarias enfrentaban estas sensaciones, que no solo afectaban al individuo, sino que también tenían implicaciones en la comunidad, la espiritualidad y el equilibrio con la naturaleza. Adentrarse en su comprensión y tratamiento nos invita a valorar el ingenio, la profundidad y la sensibilidad de estas culturas frente a las inquietudes del alma humana.
En las culturas prehispánicas, la vida emocional no se entendía de
manera individualista, sino como parte de un entramado cósmico. La ansiedad no
era vista como un trastorno aislado, sino como una señal de desequilibrio entre
el individuo y su entorno. Para los pueblos mesoamericanos, el universo estaba
en constante movimiento, y cada persona ocupaba un lugar que debía armonizarse
con la naturaleza, los astros y los dioses.
Los estados de intranquilidad o angustia se atribuían, en muchas
ocasiones, a la influencia de los dioses o al rompimiento de pactos con la
naturaleza. En el mundo mexica, por ejemplo, se creía que ciertas conductas
humanas podían ofender a los dioses, quienes manifestaban su descontento
provocando enfermedades o malestares, entre ellos lo que podríamos reconocer
hoy como ansiedad.
La ansiedad no se describía de manera directa como lo hacemos en la
actualidad, pero sus manifestaciones —como el insomnio, la falta de apetito o
los pensamientos obsesivos— eran observadas y comprendidas como desequilibrios
energéticos o espirituales. Estos síntomas no solo preocupaban al afectado,
sino que también eran motivo de atención colectiva, ya que podían interpretarse
como un presagio de desarmonía para toda la comunidad.
El tlacuilo (escriba) y el ticitl (médico o curandero) desempeñaban un
papel crucial en el diagnóstico de los malestares emocionales. Mediante la
observación, la escucha y la interpretación de símbolos, buscaban comprender la
raíz del problema. La ansiedad podía relacionarse con energías negativas,
conflictos no resueltos o incluso influencias externas, como hechizos o
maldiciones.
En muchas culturas prehispánicas, los sueños eran fundamentales para
entender el estado del alma. Se creía que los dioses enviaban mensajes a través
de ellos, y un sueño inquietante o repetitivo podía ser interpretado como un
llamado a realizar un ritual o corregir algún comportamiento.
El ticitl recurría a limpias energéticas para liberar al individuo de
cargas emocionales o espirituales. Estas limpias solían incluir hierbas como el
copal, el cacao y la salvia. También se utilizaban plantas medicinales como el
tepezcohuite, el cempasúchil y el epazote, conocidas por sus propiedades
relajantes.
Cuando la ansiedad era vista como un problema comunitario, se
realizaban ceremonias colectivas que incluían ofrendas a los dioses y rituales
de purificación. Estos actos buscaban no solo sanar al individuo, sino también
fortalecer los lazos sociales y restaurar el equilibrio general.
La música y la danza eran herramientas para liberar tensiones
emocionales. A través de ritmos repetitivos y melodías ceremoniales, las
personas encontraban una forma de conectar con sus emociones y dejarlas fluir.
La danza no solo tenía un componente físico, sino también espiritual, ya que
permitía al individuo sincronizarse con los ciclos naturales y cósmicos.
La solución a la ansiedad no recaía únicamente en el individuo. La
familia y la comunidad jugaban un papel esencial en el proceso de sanación. Se
consideraba que los problemas emocionales podían ser síntoma de conflictos
colectivos, y por ello se fomentaba el diálogo y la cooperación para
resolverlos.
Para las culturas prehispánicas, el bienestar individual dependía del
equilibrio con el cosmos. Esto implicaba respetar las tradiciones, cuidar el
entorno natural y mantener relaciones armónicas con los demás. Cualquier
desajuste en estos aspectos podía manifestarse en el cuerpo y la mente,
incluyendo la aparición de la ansiedad.
Las culturas prehispánicas nos ofrecen una perspectiva enriquecedora
sobre la ansiedad. En lugar de considerarla como un problema individual, la
abordaban desde un enfoque integral que incluía lo espiritual, lo comunitario y
lo cósmico. Esta visión nos invita a replantearnos nuestra relación con las
emociones y a buscar soluciones que trasciendan el ámbito personal para
integrar aspectos sociales y ecológicos.
Recuperar y valorar estos conocimientos ancestrales puede ayudarnos a
entender que la salud mental no es solo un asunto individual, sino una
expresión de nuestro vínculo con el mundo que nos rodea.
Referencias bibliográficas
·
León-Portilla, M. (1996). La visión de los
vencidos: Relaciones indígenas de la Conquista. UNAM.
·
López Austin, A. (2008). Cuerpo humano e
ideología: Las concepciones de los antiguos nahuas. Fondo de Cultura
Económica.
·
Ortiz de Montellano, B. R. (1990). Aztec
Medicine, Health, and Nutrition. Rutgers University Press.
·
Sahagún, B. de (1982). Historia general de las
cosas de Nueva España. Alianza Editorial.
·
Tedlock, B. (1992). Dreaming: Anthropological
and Psychological Interpretations. Cambridge University Press.
إرسال تعليق