El optimismo es una actitud positiva que consiste en esperar que las cosas salgan bien y que el futuro sea favorable. Esto hace que en algunos casos reduzca el estrés, mejorar el sistema inmunológico, aumentar la autoestima y la motivación, y favorecer las relaciones sociales. Sin embargo, el optimismo también puede tener un lado oscuro, cuando se convierte en una forma de escapar o negar la realidad.
El optimismo irreal o excesivo
es aquel que ignora o minimiza los hechos objetivos, los riesgos, las
dificultades y los obstáculos que se presentan en la vida. Este tipo de
optimismo puede llevar a tener expectativas poco realistas, a tomar decisiones
imprudentes, a no prepararse adecuadamente para los desafíos, a no asumir la
responsabilidad de los errores y a culpar a los demás o al destino de los
fracasos. El optimismo irreal puede ser una forma de autoengaño o de ilusión,
que impide ver la realidad tal como es y aprender de ella.
El optimismo irreal se basa en
una distorsión cognitiva, es decir, en un error de pensamiento que altera la
percepción de la realidad.
Algunas de las distorsiones
cognitivas que pueden estar detrás del optimismo irreal son:
- El sesgo de confirmación:
Consiste en buscar, interpretar y recordar solo la información que
confirma nuestras creencias y expectativas, y descartar o ignorar la que
las contradice. Por ejemplo, una persona optimista irreal puede centrarse
solo en las noticias positivas y evitar las negativas, o puede interpretar
los hechos de acuerdo con su conveniencia y no a su veracidad.
- El sesgo de optimismo:
Consiste en sobreestimar la probabilidad de que ocurran eventos positivos
y subestimar la de que ocurran eventos negativos, especialmente cuando se
trata de nosotros mismos o de nuestro grupo de referencia. Por ejemplo,
una persona optimista irreal puede pensar que tiene más posibilidades de
ganar la lotería, de tener éxito en su trabajo o de tener una buena salud,
que el resto de las personas, sin tener en cuenta las evidencias o las
estadísticas.
- El sesgo de autoeficacia:
Consiste en sobreestimar nuestra capacidad para realizar una tarea o
lograr un objetivo, sin tener en cuenta las dificultades, los recursos o
las habilidades necesarias. Por ejemplo, una persona optimista irreal
puede creer que puede aprender un idioma en un mes, que puede resolver un
problema complejo sin ayuda o que puede hacer varias cosas a la vez sin
perder calidad o eficiencia.
Estas distorsiones cognitivas
pueden tener consecuencias negativas para el bienestar personal y social, como:
- La frustración: Cuando la realidad no
coincide con las expectativas, se produce una sensación de decepción,
desilusión y descontento, que puede afectar al estado de ánimo, a la
autoestima y a la satisfacción con la vida.
- La falta de acción:
Cuando se confía demasiado en el destino, en la suerte o en la
providencia, se puede caer en la pasividad, la inacción o la
procrastinación, dejando de lado el esfuerzo, el trabajo y la
planificación necesarios para alcanzar las metas.
- La falta de aprendizaje:
Cuando se niega o se evita la realidad, se pierde la oportunidad de
aprender de los errores, de los fracasos y de los problemas, y de
desarrollar nuevas habilidades, estrategias y soluciones.
- La falta de empatía:
Cuando se ignora o se minimiza el sufrimiento, las dificultades o las
necesidades de los demás, se pierde la capacidad de comprender, de apoyar
y de colaborar con ellos, y se puede caer en la indiferencia, el egoísmo o
la insensibilidad.
¿Cómo podemos evitar el
optimismo irreal y adoptar un optimismo realista, que nos permita ver la
realidad con claridad, pero sin perder la esperanza y la confianza en el
futuro?
Algunas sugerencias son:
- Ser conscientes de nuestras distorsiones cognitivas y cuestionarlas
con pensamientos críticos, racionales y objetivos, basados en la evidencia
y no en las emociones.
- Ser flexibles y adaptables a los cambios y a las circunstancias,
sin aferrarnos a una sola visión o a un solo resultado, y aceptando la
incertidumbre y la ambigüedad como parte de la vida.
- Ser proactivos y responsables de nuestras acciones y decisiones,
sin dejarlas al azar o a la voluntad de otros, y asumiendo las
consecuencias de estas, tanto positivas como negativas.
- Ser humildes y realistas sobre nuestras capacidades y limitaciones,
sin sobrevalorarnos ni infravalorarnos, y buscando el equilibrio entre el
autorespeto y el respeto a los demás.
- Ser optimistas y positivos, pero sin perder el contacto con la
realidad, y buscando el equilibrio entre el deseo y la realidad, entre el
ideal y lo posible, entre el sueño y la acción.
El optimismo realista es una
forma de ver la vida que nos ayuda a enfrentar los retos y las dificultades con
confianza, pero también con prudencia, con ilusión, pero también con criterio,
con esperanza, pero también con compromiso. El optimismo realista es una forma
de ser feliz, pero también de hacer feliz a los demás.
FUENTES:
- Carver, C. S.,
& Scheier, M. F. (2014). Dispositional optimism. Trends in cognitive
sciences, 18(6), 293-299. 16
- Hernández, C. (2013). Optimismo para torpes. Madrid: Oberon
Práctico. 17
- Maslow, A. H.
(1943). A theory of human motivation. Psychological
review, 50(4), 370-396. 18
- Seligman, M. E.
(2011). Flourish: A visionary new understanding of happiness and
well-being. New York: Simon and Schuster. 19
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