LOS APELLIDOS: una ventana al pasado, un espejo del presente y una puerta al futuro.

Los apellidos son mucho más que simples etiquetas o marcas distintivas. Son el resultado de un largo proceso histórico, social y cultural que ha ido moldeando la forma en que nos nombramos y nos reconocemos. Los apellidos nos hablan de nuestros orígenes geográficos, étnicos, religiosos, profesionales, genealógicos y hasta psicológicos. Los apellidos son una fuente de información valiosa para conocer nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.





¿Cómo surgieron los primeros apellidos?


Los primeros apellidos aparecieron en la Edad Media, entre los siglos XI y XIII, como una forma de diferenciar a las personas que tenían el mismo nombre. En aquella época, los nombres propios eran muy escasos y repetitivos, ya que se basaban principalmente en los nombres bíblicos o de santos. Por ejemplo, era muy común que hubiera varios Juanes o Marías en una misma aldea o en una misma familia.


Para evitar confusiones, se empezó a añadir al nombre propio un segundo nombre o apellido, que podía indicar el lugar de nacimiento o residencia, el oficio o actividad, el parentesco o la filiación, el apodo o sobrenombre, o cualquier otro rasgo distintivo de la persona. Así, por ejemplo, Juan Pérez era Juan hijo de Pedro; María García era María hija de García; Pedro Martínez era Pedro el carpintero; Luisa Fernández era Luisa la hija del señor Fernández; etc.


Estos primeros apellidos eran hereditarios, es decir, se transmitían de padres a hijos, pero no necesariamente seguían un orden fijo o una regla única. Dependiendo de la época y el lugar, podían variar según el sexo, el orden de nacimiento, la voluntad del padre o la madre, la conveniencia social o económica, etc. Por ejemplo, en algunos casos se usaba el apellido paterno para los hijos varones y el materno para las hijas mujeres; en otros casos se usaba el apellido del progenitor más influyente o prestigioso; en otros casos se combinaban los apellidos de ambos padres; etc.


Con el paso del tiempo, los apellidos se fueron consolidando y estabilizando como parte del nombre completo de las personas. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando se estableció un sistema legal y administrativo que reguló el uso y registro de los apellidos en cada país. Desde entonces, los apellidos han adquirido una importancia cada vez mayor como elementos identificadores y documentales de las personas.


¿Cómo se clasifican los apellidos según su tipo y significado?


Los apellidos pueden clasificarse según su tipo y significado en varias categorías. A continuación te presento las más comunes:


  • Apellidos toponímicos: son aquellos que indican el lugar de origen o residencia de la persona o de sus antepasados. Por ejemplo: Pérez (de Pedro), García (de García), Martínez (de Martín), Fernández (de Fernando), etc.
  • Apellidos patronímicos: son aquellos que indican el nombre del padre o del antepasado masculino más cercano. Por ejemplo: Rodríguez (hijo de Rodrigo), González (hijo de Gonzalo), López (hijo de Lope), Sánchez (hijo de Sancho), etc.
  • Apellidos matronímicos: son aquellos que indican el nombre de la madre o del antepasado femenino más cercano. Por ejemplo: Giménez (hijo de Jimena), Ruiz (hijo de Ruy), Díaz (hijo de Día), Núñez (hijo de Nuño), etc.
  • Apellidos metronímicos: son aquellos que indican el nombre de la madre o del antepasado femenino más lejano. Por ejemplo: Álvarez (hijo de Álvaro), Márquez (hijo de Marco), Velázquez (hijo de Velasco), etc.
  • Apellidos oficiales: son aquellos que indican el oficio o actividad que ejercía la persona o sus antepasados. Por ejemplo: Herrero (el que trabajaba el hierro), Molina (el que tenía un molino), Zapatero (el que hacía zapatos), Guerrero (el que era soldado), etc.
  • Apellidos étnicos: son aquellos que indican el origen étnico o nacional de la persona o sus antepasados. Por ejemplo: Álvarez (de origen árabe), Franco (de origen francés), Román (de origen romano), Gallego (de origen gallego), etc.
  • Apellidos religiosos: son aquellos que indican la afiliación religiosa de la persona o sus antepasados. Por ejemplo: Cruz (por llevar una cruz como símbolo cristiano), Iglesias (por vivir cerca de una iglesia), Cohen (por ser descendiente de los sacerdotes judíos), etc.
  • Apellidos descriptivos: son aquellos que indican algún rasgo físico, psicológico, moral o social de la persona o sus antepasados. Por ejemplo: Moreno (por tener el pelo o la piel oscuros), Delgado (por ser delgado), Bravo (por ser valiente), Rico (por ser rico), etc.


Estas categorías no son excluyentes ni definitivas, ya que muchos apellidos pueden pertenecer a más de una o haber cambiado de significado a lo largo del tiempo. Además, existen otras categorías menos frecuentes, como los apellidos compuestos, los apellidos artísticos, los apellidos adoptivos, los apellidos nobiliarios, etc.


¿Cómo se han transmitido y transformado los apellidos a lo largo del tiempo?


Los apellidos se han transmitido y transformado a lo largo del tiempo por diversos factores históricos, sociales y culturales. Algunos de estos factores son:

  • La movilidad geográfica: las migraciones, las conquistas, las colonizaciones, las guerras, las persecuciones, etc., han provocado el desplazamiento de personas y familias de un lugar a otro, llevando consigo sus apellidos y mezclándolos con los de otras poblaciones. Esto ha generado variaciones ortográficas, fonéticas, semánticas y morfológicas en los apellidos. Por ejemplo: Pérez se puede escribir también como Peres, Peris, Perez o Pires; García se puede pronunciar también como Garza, Garce o Garci; Martínez se puede traducir también como Martin, Martino o Martens; Fernández se puede derivar también en Hernández, Hernando o Hernanz; etc.
  • La diversidad lingüística: las lenguas y dialectos que se hablan en cada región o país han influido en la forma y el significado de los apellidos. Así, muchos apellidos tienen equivalentes o variantes en otras lenguas. Por ejemplo: Rodríguez se puede decir también como Roderick en inglés, Roderich en alemán, Roderico en italiano o Roderik en holandés; González se puede decir también como Gonzales en portugués, Gonzalès en catalán, Gonzalo en euskera o Gonsalvus en latín; López se puede decir también como Lopes en portugués, Llopis en catalán, Lope en euskera o Lupus en latín; etc.
  • La evolución histórica: los cambios políticos, económicos, sociales y culturales que se han producido a lo largo de la historia han afectado también a los apellidos. Así, algunos apellidos han desaparecido por extinción o prohibición; otros han surgido por creación o adopción; otros han cambiado de significado por asociación o disociación; otros han adquirido prestigio o desprestigio por reconocimiento o …discriminación; otros han mantenido su forma y su valor a lo largo de los siglos. Por ejemplo: algunos apellidos judíos o moriscos fueron eliminados o modificados por la Inquisición; algunos apellidos nobles o ilustres fueron creados o adoptados por privilegio o mérito; algunos apellidos comunes o vulgares fueron asociados o disociados de personajes famosos o infames; algunos apellidos antiguos o raros han conservado su originalidad o singularidad.



¿Cómo influyen los apellidos en nuestra personalidad y en nuestra relación con los demás?


Los apellidos no solo nos identifican y nos documentan, sino que también nos influyen y nos condicionan. Los apellidos pueden tener un impacto positivo o negativo en nuestra autoestima, en nuestra autoimagen, en nuestra motivación, en nuestras expectativas, en nuestras emociones, en nuestras actitudes y en nuestras conductas. Los apellidos pueden favorecer o dificultar nuestra integración, nuestra comunicación, nuestra cooperación, nuestra competencia y nuestro conflicto con los demás. Los apellidos pueden generar orgullo o vergüenza, admiración o rechazo, confianza o desconfianza, simpatía o antipatía, afinidad o distancia.


Estos efectos psicológicos y sociales de los apellidos se deben a varios factores, entre los que se destacan:


  • El significado: el significado de los apellidos puede tener una influencia directa o indirecta en nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás. Por ejemplo: un apellido que indique un origen noble o prestigioso puede aumentar nuestra autoestima y nuestro respeto; un apellido que indique un oficio humilde o desagradable puede disminuir nuestra autoestima y nuestro respeto; un apellido que indique una procedencia exótica o desconocida puede despertar nuestra curiosidad y nuestra apertura; un apellido que indique una afiliación religiosa o política puede provocar nuestra adhesión o nuestra oposición; etc.
  • La asociación: la asociación de los apellidos con personas, grupos, eventos, lugares, etc., puede tener una influencia positiva o negativa en nuestra valoración de nosotros mismos y de los demás. Por ejemplo: un apellido que se asocie con una persona famosa o exitosa puede generar admiración y aspiración; un apellido que se asocie con una persona infame o fracasada puede generar rechazo y evitación; un apellido que se asocie con un grupo minoritario o marginado puede generar solidaridad y empatía; un apellido que se asocie con un grupo mayoritario o dominante puede generar rivalidad y resentimiento; etc.
  • La frecuencia: la frecuencia de los apellidos puede tener una influencia positiva o negativa en nuestra diferenciación de nosotros mismos y de los demás. Por ejemplo: un apellido muy frecuente puede facilitar nuestra integración, nuestra comunicación,nuestra singularidad y creatividad; un apellido muy infrecuente puede dificultar nuestra integración, nuestra comunicación,  nuestra singularidad y nuestra creatividad; etc.

Estos factores no son determinantes ni inmutables, sino que dependen del contexto, de la situación, de la intención y de la interpretación de cada persona. Los apellidos no nos definen ni nos limitan, sino que nos ofrecen una oportunidad para conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás.


¿Cómo investigar el origen y la historia de tu propio apellido?


Si te interesa saber más sobre el origen y la historia de tu propio apellido, existen varias fuentes de información y recursos que puedes consultar. Algunos de ellos son:


  • Los registros civiles: son los documentos oficiales que registran los nacimientos, matrimonios, defunciones, etc., de las personas. En ellos puedes encontrar datos como el nombre completo, el lugar y la fecha de nacimiento, el nombre de los padres, el lugar y la fecha de matrimonio, el nombre del cónyuge, el lugar y la fecha de defunción, etc. Estos datos te permitirán reconstruir tu árbol genealógico y seguir la pista de tus antepasados.
  • Los archivos históricos: son los documentos que conservan la memoria histórica de una época, una región, una institución, una actividad, etc. En ellos puedes encontrar datos como el origen geográfico, étnico, religioso, profesional, etc., de las personas o los grupos que llevaron tu apellido. Estos datos te permitirán conocer el contexto histórico, social y cultural en el que vivieron tus antepasados.
  • Los estudios onomásticos: son los estudios que se dedican al análisis del origen, la forma, el significado, la clasificación, la distribución, la evolución, la influencia, etc., de los nombres propios. En ellos puedes encontrar datos como el tipo y el significado de tu apellido, las variantes y los equivalentes que tiene en otras lenguas o regiones, la frecuencia y la popularidad que tiene en cada país o zona, etc. Estos datos te permitirán comprender el sentido y el valor de tu apellido.
  • Los tests de ADN: son las pruebas que se realizan para analizar el material genético de las personas. En ellos puedes encontrar datos como el porcentaje de ascendencia que tienes de cada región o grupo étnico del mundo, las coincidencias genéticas que tienes con otras personas que comparten tu apellido o tus apellidos, las migraciones y los movimientos que han realizado tus antepasados a lo largo del tiempo, etc. Estos datos te permitirán descubrir tu herencia biológica y tu diversidad genética.

Estas fuentes de información y recursos no son excluyentes ni definitivos, sino que se complementan y se actualizan constantemente. Te recomiendo que consultes varias de ellas y que contrastes los datos que obtengas con una actitud crítica y curiosa. Así podrás enriquecer tu conocimiento sobre tu apellido y sobre ti mismo.


Conclusión


Los apellidos son una parte esencial de nuestra identidad personal y social. Los apellidos nos conectan con nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Los apellidos nos revelan información sobre nuestros orígenes, nuestros antepasados, nuestros rasgos, nuestros valores, nuestros intereses, nuestros sueños, etc. Los apellidos nos ayudan a diferenciarnos y a relacionarnos con los demás.


Por eso, te invito a que no veas tu apellido como algo dado o inmutable, sino como algo vivo y dinámico. Te invito a que no te conformes con saber cómo se escribe o se pronuncia tu apellido, sino que te atrevas a explorar su origen y su historia. Te invito a que no te limites a llevar tu apellido con resignación o indiferencia, sino que lo asumas con orgullo y responsabilidad.


Tu apellido es una parte de ti, pero no eres solo tu apellido. Tu apellido es una herencia de tus antepasados, pero no eres solo un producto de tus antepasados. Tu apellido es una oportunidad para conocerte mejor a ti mismo y a los demás.


¿Qué hay detrás de tu apellido? ¿Qué hay detrás de ti?


Fuentes bibliográficas:


  • Alvar Ezquerra, A. (2006). Diccionario de nombres propios. Madrid: Alianza Editorial.
  • García Carraffa, A. y García Carraffa, A. (1952-1963). Enciclopedia heráldica y genealógica hispano-americana. Madrid: Imprenta de Antonio Marzo.
  • García-Bellido García de Diego, M.P. (2010). Los apellidos: historia, curiosidades y origen. Madrid: Espasa Calpe.
  • Instituto Nacional de Estadística (INE). (2020). Apellidos más frecuentes. Recuperado de [1].
  • López García-Molins, J.M. (2009). El gran libro de los apellidos. Barcelona: RBA Libros.
  • MyHeritage. (2020). Test de ADN. Recuperado de [2].
  • Rodríguez González-Aguilera, J.C. (2007). Los apellidos en España. Madrid: Síntesis.



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